martes, 15 de julio de 2014

El Cielo de un Mundo

         
                  Cráter Endeavour, capturado por el Opportunity en marzo 2012. 
            Crédito: NASA. 
        
Tras la rutina del mundo, tras la constante rotación, el Sol da el efecto de «emerger» de uno de los horizontes determinados. En ese momento, la superficie es bañada por luz solar, disminuyendo gradualmente el frío de la noche. Después de atravesar el cenit, el destino ahora es aproximarse al anochecer, continuando con una noche más en la historia planetaria. Mientras tanto, el cielo es oscuro, las estrellas se hacen visibles y el arco de la Vía Láctea de nuevo tendrá el efecto de atravesar todo el firmamento, ocultándose lenta y silenciosamente. Al tiempo adecuado en la Tierra, un planeta saldrá antes de este amanecer. Es tan brillante en el alba, tan bello desde nuestro cielo, Venus.

Sin embargo, la luz diurna lo ocultará de la visibilidad y el Sol se elevará para iniciar otro día. El tiempo del proceso tiene similitud con la de otro sitio cercano. En Marte, la duración del proceso de rotación es de 24 horas. Parece no haber señal de que algún ser pueda mirar tal proceso. Hasta la actualidad, los ojos humanos no han podido ver directamente otro cielo además del azulado terrestre y el oscuro lunar. Hemos logrado salir por poco tiempo de la Tierra para poder contemplar el espacio sin obstáculos. Lo que oteamos fue un espacio oscuro, acompañado afablemente por una multitud de estrellas lejanas.

El hombre ha flotado libremente en el espacio, volviendo los ojos a los océanos y continentes. Todas las nubes dispersas y el frágil arco azul marino de la atmósfera en contraste con la oscuridad penetrante. Y un poco más allá, en otros planetas del sistema solar, parece no existir una clase de seres curiosos que se eleven para contemplar su posición en el Cosmos. Pero puede que algo similar esté ocurriendo en otro lugar entre este mar cósmico de posibilidades. Otros seres podrían estar saliendo de su planeta con el afán de captar, y según sus posibilidades, poder estar visitando otros planetas vecinos o abandonando su propio sistema solar.

Puede que pronto llegue el día en el que un pie humano disemine el polvo de otro lugar planetario, y, si es posible, poder adaptarse al mundo caprichosamente cambiado. 
Desde entonces, el cielo podrá ser contemplado por conciencias. Los mundos —si nada interrumpe el proceso— volverán a girar por miles de millones de años. Pero la perspectiva del cielo se encontrará ahí, con seres o no.

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