jueves, 25 de febrero de 2016

La utilidad de lo inútil: presente y futuro de las Humanidades

Puede resultar paradójico que un libro que se hace eco de la triste etapa que viven las Humanidades se haya convertido en todo unbest seller. Pero a poco que abramos las páginas de esteManifiesto de Nuccio Ordine, intitulado La utilidad de lo inútil, comprendemos enseguida el éxito de una obrita de apenas 170 páginas que ya se ha convertido, por derecho propio, en un clásico contemporáneo. Y todo en apenas unos meses, en los que ha alcanzado incontables reediciones.
Ordine denuncia sin tapujos la situación que viven en la actualidad los estudios no sólo humanísticos, sino en general todas aquellas disciplinas de carácter científico (en otro tiempo, con razón, llamadas “universitarias”) que, bajo el amparo de la rentabilidad económica y el siempre apremiante influjo del capitalismo, sufren un desventurado proceso de decrepitud. Al menos, en lo que a su pervivencia en la Academia se refiere. La idea de Ordine es sencilla, pero de hondas consecuencias: su cometido es el de “poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista”. Y ello porque “existen saberes que son fines por sí mismos y que […] pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores“.
Como ya expuse por extenso en otro lugar, las Humanidades, consideradas como parte esencial del desarrollo humano, están siendo tratadas como mera mercancía con la que se puede comerciar. La ciencia, entendida de manera tradicional, ha pasado a convertirse en un producto más del que el sistema se apropia con el objetivo de extraer de él los más provechosos beneficios. Todos aquellos saberes que son considerados, bien obsoletos, bien innecesarios, quedan fuera del mercado académico. Un mercado en el que la importancia y altura de cada disciplina se mide al peso.
La Universidad, como institución, se asemeja cada vez más a una plaza en domingo, donde cada materia es vendida por un puñado de monedas (ni siquiera de oro, lo importante es que hagan ruido) a cambio de títulos rimbombantes (másteres, postgrados, postdoctorados, doctorados, magísteres, títulos propios, eme-be-as, etc.). La ciencia queda de este bochornoso modo prostituida por quien lo permite, que, digámoslo ya, no es más que el Estado, mucho más pendiente de fortificar los patronazgos empresariales que de mantener la estabilidad de disciplinas como las diferentes filologías, la Filosofía o la Historia. A este respecto, nunca cesan de sonar en mi cabeza aquellas palabras de Nietzsche, cuando se refiere al “egoísmo de los propietarios” en su tercera intempestiva, como una retahíla que, de tan aprendida, hemos llegado -ya se ve- peligrosamente a obviar
[L]a intención de las modernas instituciones de enseñanza será fomentar en cada cual, atendiendo a lo característico de su naturaleza, las cualidades para ser corriente, educar a cada uno para que según sea la medida que posea de conocimiento y sabiduría llegue a alcanza la mayor cantidad posible de felicidad y de riqueza. […] Desde esta perspectiva, se odia toda educación que engendre solitarios, que se proponga metas situadas más allá del dinero y la propiedad, y que requiera mucho tiempo. […] Una instrucción rápida para que cuanto antes pueda llegarse a ser alguien que gana dinero. A cada cual se le permitirá recibir sólo la cultura necesaria para la obtención de la ganancia general y la adecuada al trato mundano, y esa misma cantidad se le exigirá a él.
 De similar modo, comenta Ordine:
La lógica del beneficio mina por la base las instituciones y las disciplinas (humanísticas y científicas) cuyo valor debería coincidir con el saber en sí, independientemente de la capacidad de producir ganancias inmediatas o beneficios prácticos. […] Hoy en día Europa se asemeja a un teatro en cuyo escenario se exhiben cotidianamente sobre todo acreedores y deudores.
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Ordine deja claro que vivimos un “brutal contexto”, en el que la lógica del beneficio ha desterrado cualquier tipo de argumentación sobre la validez de saberes que poseen su justificación en la pura enjundia del propio conocimiento: es por ello que, asegura, “la utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado […] y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana”. Esta “civilidad” se escribe en nuestros días con caracteres económicos, y su nueva gramática sólo entiende de ganancias y pérdidas. El problema, precisamente, es que “El saber -prosigue Ordine- constituye por sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el utilitarismo”.
A hombros de Séneca, Montaigne, Shakespeare, Hölderlin, Aristóteles, Newton, Kant, Th. Gautier o Leopardi (entre muchos otros testimonios), Nuccio Ordine desmonta uno a uno los argumentos que han impuesto una desaforada servidumbre a los conocimientos humanísticos y científicos en la esfera no sólo pública, sino en aquella donde en principio podríamos pensar que estarían a salvo: la escena universitaria. Y es que “Sólo el saber puede desafiar una vez más las leyes del mercado”.
Un “manifiesto”, como el propio Ordine denomina a La utilidad de lo inútil, que capacitará al lector para entender la cerrazón de las instituciones empresariales a la hora de dar cobijo en la sociedad a aquellos saberes que amenazan con desmontar, críticamente, las razones de un sistema que delega en la mera fuerza económica la asunción de nuestra responsabilidad cultural y, más allá, cognoscitiva. Una obra imprescindible destinada a convertirse en un clásico contemporáneo. Aunque ya lo es.
Es necesario entender que las actividades que no sirven para nada podrían ayudarnos a escapar de la prisión, a salvarnos de la asfixia, a transformar una vida plana, una no-vida, en una vida fluida y dinámica, una vida orientada por la curiositas respecto al espíritu y las cosas humanas.
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